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Los muchachos de Taucho.
Ha de saber el lector que se encuentra ante una obra literaria de una belleza poética extraordinaria.
Es, en primer lugar, un homenaje y un reconocimiento de sus alumnos a aquel maestro, don Oswaldo, que llegó a esa escuelita de Taucho en el curso 1958-59 y que dejó una huella imborrable en sus alumnos. Y es don Oswaldo el personaje central del relato, sin embargo, el autor, Marcelino, rompe con bastante frecuencia la narración y, con suma maestría, se interna en el paisaje. Clima y paisaje van dando vida y movimiento al cuadro, dándole un mayor realce al relato, e incrementando su belleza. Y esta técnica le va sirviendo para ir introduciendo a otra serie de personajes, anécdotas y costumbres que van conformando la historia. Veamos una pequeña muestra: Esa compacta masa gélida y blanquecina se asemejaba a un colosal muro impenetrable; el cual, en las oscuras noches, en las que ni la luna ni las estrellas se atrevían a asomarse en el firmamento, hacía las veces de frontera imaginaria